Quienes somos
Mi nombre es Enrique Yuste. Comencé una pequeña escuela para niños de 1 a 6 años en un pueblo de Madrid hace 16 años junto a Chantal, mi pareja. En la universidad cursé la Licenciatura de Filosofía y después me especialicé como maestro de educación infantil. Desde el ámbito académico he hecho varios posgrados y varias cosas de estas de empollar. Este conocimiento es muy importante, pero donde realmente he aprendido ha sido al contrastar todo eso, todas esas ideas en la práctica diaria, con los niños y trabajando mano a mano con las familias.
En estos 16 años como maestro y como padre de 3 niños he aprendido muchísimo de las necesidades de cada etapa y lo que el adulto ha de poner de su parte. Como digo, más allá de la teoría he aprendido a aterrizarlo todo a la práctica cotidianda, del día a día, a concretarlo, a ser consciente de qué es necesario.
También, en todo este tiempo una parte muy importante de nuestro trabajo ha sido estar junto a las familias: cuando acoges un niño no acoges sólo al niño, acoges a la familia entera, a un sistema familiar con unas características particulares de las que el niño es un eslabón, el eslabón donde confluyen los dones y las tensiones de ese sistema familiar. Ahí he aprendido muchísimo, de cada familia, a aceptar, a amar a los padres; cada familia trae todo lo mejor de sí mismos, y nos brindan la increíble confianza de poner a nuestro cargo lo más preciado que tienen, en el periodo más sensible e importante para la vida de ese niño, de ese ser humano.
En estos intercambios con las familias, lo primero que vimos, no sin cierta sorpresa, es que pese a la “información” que tenemos sobre las etapas de desarrollo, las necesidades, sobre cómo tratar y disponer las condiciones de crecimiento de los niños pequeños, pese a todo ello, generalmente estamos, como se suele decir coloquialmente, más perdidos que carracuca.
Así un propósito muy al principio de nuestra escuela, (de hecho el subtítulo que le dio Chantal a la escuela, cuando la creamos en 2008 fue “apoyo psicopedagógico y escuelas de familia”) fue traer claridad, ayudar a traer claridad, ya que esa claridad genera bienestar y equilibrio en los padres, y para que los niños estén bien, lo primero q necesitamos es que las madres y los padres estén bien.
Y resulta, que lo compartido con las familias, en los cursos y tutorías, en ocasiones ayuda, es útil. Esa noción de servicio es el impulso principal que me anima a crear esta escuela. Lo que compartimos ayuda a un crecimiento, a una madurez, a un crecimiento de conciencia que trae un mayor bienestar, más alegría, menos densidad y sufrimiento en una etapa a veces tan difícil. Creemos que es esencial cuidar la infancia.
Así que ese ha sido parte de nuestro propósito desde el comienzo. Ahora queremos dar un nuevo impulso a esta dimensión. No es menos necesario de lo que era entonces, y sabemos un poco más de todo lo importante. Así creamos esta escuela de Educación para Madres y Padres con toda la ilusión del mundo. Con el ideal de ser de ayuda, de poder servir a un crecimiento, de crecer como seres humanos, que en último término se traduce en desarrollar nuestra capacidad de amar.
Pese a que yo estoy al frente de la escuela, Chantal y Óscar son dos personas fundamentales en esta aventura.
Chantal siempre ha sido el corazón de Baobab, del jardín de infancia. En su esencia está el cuidado, la capacidad para entender y conectar con el niño, para saber donde está, con una capacidad de intuición, de atención y de presencia de esas “que no se aprenden”. Pero además “ha aprendido”, es decir, se ha formado durante toda la vida para ser una profesional extraordinaria y brindar ese cuidado a la infancia de la manera más profunda y rigurosa posible. Cursó Pedagogía; luego se formó como maestra Waldorf. Después cursó pedagogía de Apoyo para niños con dificultades de aprendizaje, y después se ha formado como terapeuta de reflejos primitivos. Estas bases le permiten tener una mirada integral del niño, desde el desarrollo de las bases neurofisiológicas, un aspecto fundamental donde nosotros en este sentido nos hemos sentido vinculados al Instituto de Neurofisiología Psicológica de Chester, encabezado por Sally Goddard y su equipo; Y por otro lado la visión y profundidad de una pedagogía humanista que reconoce en el niño a un ser humano en crecimiento en toda su dimensión: moral, física, emocional, intelectual, relacional, artística, espiritual, vital. Todo eso nos da Chantal y estará aportando en la escuela desde ahí.
Óscar y yo nos conocimos cuando su hijo Darío pasó a formar parte de nuestra escuela, de Baobab. Recuerdo con total nitidez el primer día de Darío, en el campo, cerca de las vías del tren. Aquel muchacho estaba lleno de luz, de una luz dorada que siempre ha irradiado. Debía ser el año 2015. Su juego, su imaginación, su sentido del humor, su valentía, siempre han llenado y llenarán las paredes y espacios de la escuela. Sin duda los niños nos hacen entender que el amor está más allá del tiempo y el espacio. Desde entonces con Óscar y Aurelie hemos compartido muchas cosas, mostrando y enseñando siempre una gran sensibilidad y una gran Inteligencia, en su más alto sentido, y sobre todo una extraordinaria calidad humana, siempre del lado de un trabajo de conciencia, sin florituras, sin adornos, pero a través de un trabajo honesto y profundo. Ahora la Vida nos hace confluir en un Propósito común, a materializar una idea que llevamos años comentando y tratando de dar forma y que hoy se concreta en esta Escuela para Madres y Padres que os presentamos.
Nuestra Visión
Nos proponemos crear una escuela donde padres, madres y maestros podrán entender mejor las necesidades de los niños y sus etapas de desarrollo, recibiendo herramientas prácticas para enfrentar los desafíos cotidianos de la crianza, viendo la educación como un proceso consciente y transformador.
Esta escuela nace con la idea de ser un lugar de encuentro e intercambio para construir una educación y unos modos de relación que estén acordes con el momento actual, los nuevos modos de manejo de la información y las formas en que funciona actualmente la vida en sociedad, y a su vez, nace con la clara conciencia de tener una raíz sólida en los valores de la cultura, del pensamiento, y el desarrollo de la conciencia.
Estos valores están en la raíz de la parte más luminosa de la herencia europea, que no es una herencia menor, y que representa en cualquier caso nuestras raíces más recientes. En este sentido es posible que nos encontremos en un cierre de etapa de civilización, ésta nos trae un sentido de una serie de valores que son muy claros, y que a la vez de alguna manera van quedando cada vez más diluidos. Estos valores son los que determinan un itinerario práctico, existencial, para aproximarse poco a poco, y como su más alto ideal, a la verdad, la belleza, el bien, la justicia y la libertad. Es a través del crecimiento, del desarrollo de la conciencia, esto es, de la educación, que podemos tener esas metas como el horizonte de nuestros destinos, y este proyecto individual dramado de la tradición de la más alta cultura de nuestra tradición, no puede darse si no es a través del desarrollo de un pensamiento propio, de un pensamiento autónomo, y una noesis, una apertura a una experiencia de unidad, a una relación con algo más allá de mí mismo, que podemos concretar, en la relación con nuestros hijos, como una experiencia de amor.
Así Kant decía,
La Ilustración significa el abandono por parte del hombre de una minoría de edad cuyo responsable es él mismo. Esta minoría de edad significa la incapacidad para servirse de su entendimiento sin verse guiado por algún otro. Uno mismo es el culpable de dicha minoría de edad cuando su causa no reside en la falta de entendimiento, sino en la falta de resolución y valor para servirse del suyo propio sin la guía de algún otro. Sapere aude! ¡Ten valor para servirte de tu propio entendimiento! Tal es el lema de la ilustración.
Pereza y cobardía son las causas merced a las cuales tantos hombres continúan siendo con gusto menores de edad durante toda su vida, pese a que la Naturaleza los haya liberado hace ya tiempo de una conducción ajena (haciéndoles físicamente adultos); y por eso les ha resultado tan fácil a otros el erigirse en tutores suyos. Es tan cómodo ser menor de edad. Basta con tener un libro que supla mi entendimiento, alguien que vele por mi alma y haga las veces de mi conciencia moral, a un médico que me prescriba la dieta, etc. para que no tenga que tomarme tales molestias. No me hace falta pensar, siempre que pueda pagar; otros asumirán por mí tan engorrosa tarea. El que la mayor parte de los hombres (incluyendo a todo el bello sexo) consideren el paso hacia la mayoría de edad como algo harto peligroso, además de muy molesto, es algo por lo cual velan aquellos tutores que tan amablemente han echado sobre sí esa labor de superintendencia.
Hace tiempo recibíamos las pautas de la educación de nuestros hijos de manera más cerrada, más concreta, lo recibíamos como algo dado en base a una tradición, y todo el mundo estaba más o menos de acuerdo: el policía, el maestro, el cura y el padre de familia.
Ahora esta situación ya no es así. Necesitamos, porque es nuestra responsabilidad, pasar por el tamiz de la conciencia cada aspecto de la educación que queramos encarar, cada etapa de la educación de nuestros hijos.
Así es como será desde el parto, el primer año de vida, como haré durante sus primeros años, a qué colegio irá, el uso de las pantallas, etc., todo nos lleva a esta encrucijada: tomo una decisión consciente sobre este tema, o dejo que nos lleve la corriente. Nuestra opinión, y con este espíritu nace esta escuela, es que debemos erigirnos como seres responsables, como seres capaces de desarrollarnos y conectar con la conciencia moral y la visión totalizadora de la realidad para tomar estas decisiones nosotros, cada uno.
Este aumento de nuestra comprensión de la realidad está en el fondo de todas las grandes tradiciones, es la filosofía perenne donde los sabios de todas las épocas, con formulaciones diferentes, han llegado a estar de acuerdo.
El contacto con esta conciencia es un trabajo, es una conquista, como lo es la libertad.
Y es responsabilidad de cada generación integrarla, hacerla propia, y darle las formas necesarias para su contexto histórico y social. Cada individuo debe hacerlo, desde su propia conciencia, para sí mismo y para su familia.
No ir en esa dirección de la autonomía y la responsabilidad es saber que todas las decisiones importantes, todos los valores que serán inscritos en nuestros hijos, y nuestro modo de estar en el mundo, serán asumidos automáticamente por otras instancias. De eso podemos estar 100% seguros. Podemos estar seguros que no quedará vacío. Esto lo vemos cada vez con mayor claridad: cómo la inconsciencia, la aceptación ciega y acrítica nos convierte en marionetas de distintas fuerzas.
La pregunta es la siguiente: ¿qué es la educación sin la conciencia moral y sin apreciar en nosotros una dimensión más allá del estrecho "mi mismo" que constituye una fuente de conocimiento interno muy diferente a nuestras meras representaciones y opiniones personales y que es la única que nos pone en contacto con lo real y sagrado, con la verdad, la belleza y el bien?
¿Qué podemos decir de lo que es bueno y malo sin esta relación con nuestra conciencia, con un pensamiento crítico, propio, real, autónomo, que pueda determinarlo?
¿Qué ocurriera si entendiésemos y aceptásemos que el mundo no está regido por el mero accidente y que lo que sucede proviene de un orden inteligente, y que está manifestado en el mundo como las leyes físicas, biológicas y psicológicas?
Realmente, los valores, una mirada del ser humano, una comprensión del ser humano y de su existencia en esta vida, de su necesidad de compartir con otros, todo eso es consustancial a poder educar, a poder ser padres, y a poder devolver a la vida y a los niños los dones que hemos recibido en nuestra propia vida. Es un deber de conciencia asumir esta responsabilidad y ser claros en qué queremos transmitir.
Estos valores, que son la parte más luminosa de la tradición occidental, desde Grecia, la Ilustración y toda la lucha de la conciencia por salir a flote, pese a la constante amenaza de las tinieblas, de la sinrazón, de la violencia, de la codicia, la polarización, el conflicto, el sueño y la hipnosis, realmente no son valores únicamente europeos.
La filosofía perenne es universal, está en lo más profundo de la conciencia del hombre. Grecia, como después Roma y Europa, están en continua interrelación con el resto del mundo.
También la cultura védica pone de manifiesto el camino que ha de hacerse desde la conciencia de separatividad a la de unidad.
Ambos lugares implican todo un posicionamiento en el mundo y unas consecuencias prácticas muy evidentes que nuestro proyecto educativo tiene muy en cuenta.
De la posibilidad de un desarrollo de la conciencia, de la posibilidad de la libertad, y cómo a través de ese desarrollo se puede establecer una relación diferente con el sentido de nuestra vida, y de nuevo con la verdad, la belleza, el bien y la justicia.
Esta escuela nace con la misión de ser un lugar de encuentro de este impulso de conciencia.
La renovación del paradigma educativo, y de los modos de relación que se dan en eso que hemos venido a llamar escuela, no es que sea conveniente, es que es inevitable, y debemos estar al frente. Hoy. Ahora. Cada uno desde sí mismo, cultivando su propio interior, su propia conciencia, llevando desde ese trabajo armonía y bienestar a su familia.
Este trabajo común comienza por los adultos. Podemos tener el currículum más maravilloso, el proyecto más fantástico del mundo, que si los adultos, los maestros y los padres, no cambiamos, por mucho proyecto maravilloso que haya, los modos de relación, la conciencia, y lo que transmitimos a nuestros hijos y alumnos, es más de lo mismo. Nuestra dificultad es esta, y a esto nos tenemos que dedicar como primer peldaño de este camino.
Nuestra meta es que este trabajo pueda visualizar cómo educar a los niños y qué tipo de escuela -en un sentido amplio- necesitamos hoy. Qué tipo de condiciones necesitamos conformar para el crecimiento del ser humano. Qué tipo de lugar, qué características tiene, cómo se vertebra, como se organiza, eso que podremos llamar escuela, independientemente de la edad de los que participen en ella.
Primero llamaremos a esta visión desde una conciencia más alta. Después nuestra meta es materializar esta escuela en un lugar físico. Necesitamos un nuevo modelo, y que este modelo baje a tierra. Esta es nuestra meta, necesitamos ahora comenzar por nosotros, poco a poco, trabajar con lo que es necesario trabajar en el día a día, aquí y ahora, como padres y maestros, y compartir juntos esta visión para ir dando pasos y conformar lo que podemos hacer en esta generación: ser el puente entre el paradigma de la escuela tradicional, y lo que debe ser para los niños y para el futuro.
Misión (las estrategia que desplegaremos para llevar a cabo la visión)
- Ofrecer claridad sobre las necesidades de los niños y en la comprensión de las distintas etapas de desarrollo
- Ofrecer herramientas prácticas para lidiar en el día a día con los aspectos más fundamentales de la educación de los niños.
- Ofrecer a los padres y educadores una educación transformadora (no académica) para los que quieran integrar más las visiones de las filosofías sapienciales, y desde ahí, aplicar esas verdades en un nivel practico de la familia
- Ofrecer un lugar de encuentro, ayuda y apoyo para que cada familia pueda ser responsable de educar a sus hijos de acuerdo a su conciencia.
- Ofrecer herramientas y comprensión para que los adultos, padres, madres y maestros, puedan reconocer qué traen como herencia, a través de su entorno, de su sistema familiar y de su biografía, y poder acogerlo y transformarlo.
- Construir y formar parte de una comunidad educativa que sea capaz de tejer una red de ayuda y que camine hacia la construcción de una verdadera escuela de vida, donde se den unas condiciones de crecimiento y unos modos de relación que sirvan de base para los niños y para los futuros padres y maestros.
- Ofrecer cursos online y presenciales, monográficos y de formación continua, donde poder hacer este trabajo de comprensión y profundización.
- Organizar encuentros presenciales y retiros donde podamos compartir las bases de esta escuela de vida.
- Compartir los relatos, escrituras, símbolos y mitos de las distintas tradiciones como tejido de una comprensión más profunda del ser humano y de sus posibilidades de desarrollo.